Capítulo Milésimo sexcentésimo trigésimo sexto: “Rascad la piel de un escéptico, y casi siempre hallaréis debajo los nervios doloridos de un sentimental” (Daniel d'Arc, 1959; cantante francés) Sí, es verdad, yo, que me
bajo muchas películas de internet, soy el primero que lo reconozco: no es lo mismo verlas en la
tele de casa que en el cine. Ni mucho menos.
En el cine hay más emoción, más misterio, más pasión. El cine es ese sitio en el que nunca habrá entradas para la película que buscas aunque para que te lo confirmen tengas que aguantar a una cola insufrible de niños empeñados en ver un pollo de color
amarillopollo luchando contra extraterrestres de color
verdemanzana, o a los aún más insoportables intelectuales hablando del trasfondo alegórico de
Etéreamente subetérea, la última película sueca del realizador húngaro (aunque nacido en Bulgaria y nacionalizado polaco)
Jagsfefrtxixk Hurtgfshbger. El cine es ese sitio en el que nunca te paran la película para ir al retrete (aunque te estés meando encima) o para ir a buscar algo a la nevera (aunque te estés muriendo de hambre) y en el que parece que tienen contratado a un tío más alto que tu para que se siente justo delante. Un sitio el que no hay una mesa para poner la cocacola ni dejan entrar al repartidor del
telepizza, y donde siempre hay un tipo
entendido que protesta porque no le dejan hasta el final los créditos y no puede leer cómo se llamaba el ayudante del segundo operador de cámara del módulo de filmación de la tercera unidad móvil. Un sitio en el que, para postre, entrar y ver una película acompañado de otras doscientas personas cuesta lo mismo que la comida de toda la semana si haces la compra en
elmercadona.
Definitivamente no, no es lo mismo.
... ecologíaTodos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"