3619. Viernes, 8 noviembre, 2019

Capítulo Tres milésimo sexcentésimo decimonoveno: “No deja de ser curioso la de veces que lo inteligente es hacerse el tonto”.

En China un hombre ha decidido casarse consigo mismo. Para que quedara clara su intención se presentó a la boda con una muñeca de tamaño natural vestida para la ocasión, pero con su cara, con la de él, con la del novio. Delante de los 100 invitados intentó explicar su decisión, aunque no hace falta rascar mucho para darse cuenta que no tampoco anda tan descaminado.

No vamos a filosofar aquí y ahora sobre qué es amor, pero cualquier definición por cursi y sosa que sea, (y en la que siempre aparecerán conceptos como sacrificio, entrega, amistad, confianza, intimidad, afinidad...) puede aplicarse perfectamente a uno mismo. El hecho de que nadie te va a conocer mejor y nunca vas a conocer a nadie mejor, es toda una garantía a la hora de establecer un proyecto de futuro tan complicado y tan arriesgado como es la convivencia en un matrimonio.

Y en cuanto al sexo (por recurrir al tópico de que si por algo nos caracterizamos es por estar todo el santo día con la libido por las nubes... y porque además hoy es viernes y ya toca -hablar de-) poca ilustración hace falta. Todos sabemos que por muy bien que cumpla alguien ajeno, después de la fogosidad inicial (y aprovechando que son pocos los que lo consideran traición), quien más y quien menos acaba volviéndose a uno mismo para retomar aquello que Oliveira -el protagonista de Rayuela- definía como “un arte menor al lado del otro, pero de todos modos con su tiempo, acción y lugar, y demás retóricas, agradable y necesario”.

Un arte menor que suele ser el complemento perfecto del mayor a la hora de hacernos la vida un poco más solazada. (Qué ganas tenía de usar un palabro tan raro pero que tanto usan en mi pueblo, oyes).


... historias extra-ordinarias

Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"

No hay comentarios: