Los que tenemos una cierta edad hemos aprendido que, en la vida, uno pasa por muchas fases. Una ruptura, un despido, una muerte cercana, un bache de salud… hay mil cosas que marcan el final de algo y que son el momento justo para hacer un reset y que todo vuelva a comenzar.
Para ello nada mejor que un viaje. De viaje no solo desconectas de tu entorno, desconectas de ti mismo. Puedes ser quien quieras ser. Conocerás a gente a la que no volverás a ver jamás. Descubrirás lugares que nunca habías imaginado. Te empaparás de olores, sabores y sensaciones. Te llenarás de recuerdos inolvidables. Y cuando vuelvas te los traerás contigo, mientras que todo lo que cargabas a tus espaldas antes del viaje habrá quedado en nada.
Decía Henry Miller que nuestro destino no es nunca un lugar, sino una forma de ver las cosas. Y en eso estoy.
!Qué me voy por fin de vacaciones, hombre ya! De aquí y ¡solo! hasta el siete de enero, que ni tiempo para jugar con lo que me traigan los reyes ni nada.
A pasar buenos días y hasta el año que viene pues.
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