3641. Jueves, 12 diciembre, 2019

Capítulo tres milésimo sexcentésimo cuadragésimo primero: "- ¿De dónde vienes? - De hacerme un tatuaje en la polla. - ¿Puedo verlo? - Claro. -No veo nada. - Es tinta mágica, tienes que pasarle la lengua. -Voy.”

Según "piensan" (con todo su derecho) millones de personas, al hombre y/o mujer (personahumana) lo creo un señor muy majo que tenía un jardín muy currado allá arriba en los cielos (del que por cierto los expulsó). Y al buen hombre no se le ocurrió otra cosa que crearnos con barro (rollo alfanova), que digo yo, ¿qué le hubiera costado a un señor todo sabiduría currarse un poco la materia prima? Luego dicen que la vida humana es muy frágil, ¡coño!, ¡normal!, si nos hubieran hecho de acero inoxidable o, ya puestos a pedir, de adamantium, no seríamos así de enclenques, pero claro, no, él a lo barato y a lo fácil, de barro. Ya le vale.

Pero lo peor de todo es que al señor simpático no se le ocurrió otra cosa que ponernos fecha de caducidad y, para rematar, que lleguemos a ella envejeciendo, pero envejeciendo a lo bruto con nocturnidad y alevosía. Solo así se explica que cuando, con el paso de los años, uno deja de ser deseado, no desaparezca también el propio deseo.

A partir de cierta edad eso es hacernos sufrir a lo tonto. Y mucho.


... agujeros.

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