Con demasiada frecuencia encendemos el piloto automático y transitamos por la vida repitiendo acciones y viviendo cada día igual que el anterior. No tienen nada de malo; es cómodo, es seguro, es predecible. Hasta que un día, de repente, te das cuenta de que hay cosas que con el paso del tiempo van cambiando y que no tienes más remedio que adaptarte a ellas. Y lo que es peor: aceptarlas
Así, cuando por tu manía de estar desnudo en casa ya habías aprendido lo complicado que era acércate a la cocina, fuera para freír pechugas de pollo empanadas o arroz frito tres delicias, una tarde cualquiera, de repente, descubres que aquel baile espasmódico –a medio camino entre un ataque epiléptico y los ensayos de la niña del exorcista, que tanto te gusta hacer antes de saltar al sofá, lo único que provocan ya es que tus abdominales tiemblen como la más aguada de las gelatinas.
Es malo hacerse viejo, muy malo..
... el negocio de las ballenas
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