Y uno se pregunta: ¿A dónde va a parar todo ese desamor inmenso que encenagaba el amor de las parejas que se separan. ¡Y a dónde el amor que un día sintieron? Aquello que aprendí en la Física del bachillerato lejano de que la energía ni se crea ni se destruye que sólo se transforma, me hace pensar que el amor y el desamor, incluso la amistad y el odio son simples transformaciones permanentes, como un repisarse del suelo afectivo en que nos apoyamos y, digo yo, que su resultado final, si nada se crea no se destruye debe dar una cifra constante.
Vamos que para que una pareja nazca, otra tiene que morir. Pura ciencia.
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