Y la otra, la vigilancia exhaustiva a la que una vez hecha, hay que someter a la dichosa maleta. Porque basta un segundo de despiste, un pequeño descuido aunque sólo sea porque te estás meando, para que una madre -siempre al acecho- pueda remplazarte todo lo que ella considera prescindible de la maleta (que suele coincidir casi al 100% con lo que tú consideras imprescindible) y acabes tumbado en la playa con tres chaquetas ("niñoooo, que por la noche siempre refresca"), veinte pares de calcetines ("¡pero cómo no te los vas a llevar si te los he comprado precisamente para el viaje... anda, andaaaaa, anda) y un tuperware con kilo y medio de croquetas de pollo ("!ayyyyy a saber que vas a comer por ahí con lo gaita que eres!").
Veinte años después... y cada vez que llegan estas épocas lo sigo echando de menos. ¡Qué cosas!
... el plumero de las desavenencias
Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"
No hay comentarios:
Publicar un comentario