3585. Viernes, 20 septiembre, 2019

Capítulo Tres milésimo quingentésimo octogésimo quinto: ”Hoy quería ir a correr y al final he salido a comer. Está claro que lo mío no es vagancia sino dislexia”.

- Abogado defensor: ¿Cuál es su edad?
- Viejita indefensa: Tengo 84 años.
- Abogado defensor: podría decirnos, en sus propias palabras que fue lo que sucedió?
- Viejita Indefensa: Allí yo estaba, sentada en la mecedora en el porche de mi casa, en una agradable noche de primavera, cuando un joven se acercó y se sentó junto a mí.
- Abogado defensor: ¿Usted lo conocía?
- Viejita indefensa: No, pero él se mostró bastante amigable.
- Abogado defensor: ¿Que sucedió después de que él se sentó?
- Viejita indefensa: Él comenzó a acariciar mis piernas.
- Abogado defensor: ¿Usted lo detuvo?
- Viejita indefensa: No, yo no lo detuve.
- Abogado defensor: ¿Por qué?
- Viejita indefensa: Se sentía muy bien, nadie me había hecho eso desde que mi esposo murió hace 30 años.
- Abogado defensor: ¿Qué sucedió después?
- Viejita indefensa: El comenzó a acariciarme los senos.
- Abogado defensor: ¿Usted lo detuvo entonces?
- Viejita indefensa: No, yo no lo detuve
- Abogado defensor: ¿Por qué?
- Viejita indefensa: Bueno, señor juez sus caricias me hicieron sentir viva y excitada. No me había sentido así en muchos años
- Abogado defensor: ¿Qué sucedió después?
- Viejita indefensa: Bueno, yo me estaba sintiendo tan excitada que simplemente abrí mis piernas y le dije: Hazme tuya jovencito, tómame, hazme el amor.
- Abogado defensor: Entonces, ¿él la tomó, le hizo el amor?
- Viejita indefensa: ¡No! Solo gritó "Feliz día de los inocentes" y fue allí cuando le dispare y maté a ese hijo de puta...

Y es que hay cosas con las que no se debe de jugar. Nunca.


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