No acabo de entender esa manía de tantas y tantas señoritas que, en las despedidas de solteras, se empeñan en ponerse un pito en la cabeza. Si lo que quieren es tener una picha cerca de la cara, tal y como está el panorama, basta con que lo pidan. Cualquiera natural, por malo, pequeño o feo que sea, es mejor que cualquiera de mentira.
A no ser que las susodichas sean rematadamente antiestéticas. Y aun así siempre hay un roto para un descosido.

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