En 1998 la investigadora Fiona Hunter, de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, descubrió que los pingüinos Adelaida (pygoscelis adeliae para los más leídos), animalito común a lo largo de toda la costa antártica e islas cercanas, presentan un tipo de prostitución: las hembras hacen favores sexuales a machos solteros con el fin de sacar algún provecho, por ejemplo obtener piedras para sus nidos.
Lo que lleva a pensar que, o bien estos pingüinos están muy evolucionados, o las personas humanas estamos, al menos en algunas cosas, al mismo nivel que un pájaro al que todo el mundo llama bobo. Al pájaro, no a la pájara, claro.
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