Cuentan que en la Antigüedad hubo un tirano llamado Faralis. Inventó un extraño artilugio. Un toro de bronce en cuyo interior se introducían los condenados. El toro se ponía al fuego y éstos perecían lentamente, profiriendo terribles alaridos. Sin embargo, dichos alaridos no se llegaban a escuchar. Esa era la gran sorpresa que ocultaba el tirano, pues aquel artilugio tenía un secreto, una red complicada de canales internos que transformaba la voz del moribundo en el más maravilloso y delicado de los cantos.
Cualquier parecido con la maraña en la que se ha convertido internet y, sobre todo, el uso que de ella hacen los unos, los otros y los de más allá es pura coincidencia. Supongo.
Me ha sentado muy bien desconectar de todo esto unos días. Desde la distancia las cosas se ven de otra forma. Aunque sean las mismas.
... jeringuillas
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