No es para menos. Una vez comprada la pieza el moderno se lleva el trasto y lo coloca en un puesto de honor. Al día siguiente invita a una copa a unos cuantos amigos y con el licor en la mano canta las excelencias del artefacto. Como es natural las amistades se mueren de envida y se sienten unos desgraciados por no poseer un trasto igual. Pero como son gente de pasta la cosa se remedia enseguida. A la mañana siguiente salen despendolados a la busca y captura de un esperpento parecido y cada cual encuentra la suya: un ataúd reutilizable, un perchero con forma de televisión en 3d, una mierda disecada de un perro miope expertizada por algún erudito con certificado de autenticidad. Y muy contentos y felices las amistades se llevan los trastos a casa y los colocan en un puesto de honor. Al día siguiente invitan a una copa a unos cuantos amigos y con el licor en la mano cantan las excelencias del artefacto mientras los invitados se mueren de envidia y se sienten unos desgraciados por no poseer un trasto igual.
La onda expansiva cunde y el mercado sigue su curso. El traje del emperador adaptado a los tiempos.
... sacrificios
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