Claro que soñar no cuesta nada y por si acaso al final es verdad ya sé cual va a ser el segundo deseo (lo de ser invisible es innegociable) que le voy a pedir al genio de la lámpara (con los reyesmagos no ha habido suerte) en cuanto me lo encuentre saliendo de alguna. Además, es el complemento ideal del que, desde que cumplí los trece, aparece siempre el tercero de la lista: ser multiorgásmico.
Alcanzar, mientras estas en alguna reunión oyendo hablar de proyectos, evaluaciones, objetivos y resultados, quince o veinte orgasmos seguidos sólo con la mente, sin tenerse que esconderse debajo de la mesa cadavezque.., sin riesgos de acabar acogiendo en tus intimidades a alguna ladilla descontrolada y, !sobre todo!, sin necesidad de andar trasteando con las vergüenzas (!con lo que se irritan cuando las manipulas tanto, jooo...!), tiene que ser una experiencia religiosa. Por lo menos.
Hasta el lunes pues.
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