Por eso, cuanto más gordo estés, más te obligan a besar a otras abuelas. "Mira, ahí viene Pilarita, dale un beso". Y te aprieta la mano, y se lo das, ¡vaya si se lo das! Y Pilarita se agacha con intención de que la beses, y justo cuando pasa junto a tu oreja grita “aaaayyyyyyyyyyyyyyyyy pero está preciosidad ¿quién es?” Y la abuela, tú abuela, en pose oficial de abuela orgullosa, monedero pillado en la axila izquierda, ese brazo derecho debajo de esas enormes tetazas de abuela (es curioso, pero por más plana que sean de jóvenes cuando llegan a abuelas le salen tetazas de abuela, misterios de la naturaleza) contesta orgullosa “¡mi nieto, el mediano!” y la señora, la Pilarita, te arrima ese maquillaje seco de toda la semana que tiene por mejilla y no te queda más remedio que plantarle un beso que es lo más parecido a besar a una momia del museo británico y del que vas a tardar mucho, pero mucho tiempo, en recuperarte.
Yo también tuve una abuela que me sacaba a pasear.
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