Una única condición: que en la charla anterior al asunto, (que será mejor cuanto más breve e intranscendente sea -no hay que olvidar que estamos a lo que estamos) parezcamos lo más modernos posibles. Algo sencillito, sin pasarse. Bastará, por ejemplo, con acortar algunas palabras. Dos caris y tres porfa convenientemente situados en cada frase pueden valer.
Lo demás es pan comido, invitas a la víctima a café en tu casa, sacas las tazas, las tostadas y las galletas, pones gesto candido, y, tarro en mano preguntas con la mejor de tus sonrisas “te gusta lamermela” Es en ese momento cuando -observando su cara- te darás cuenta de si habrá o no habrá final feliz. Que pone cara rara... acabas la frase con un “da de frambuesa” y aquí no ha pasado nada. Que ya está de rodillas en la alfombra.. pues eso que ganas.
Por probar. Hasta el lunes.
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