No se trata de quitarle importancia a algo que, evidentemente, la tiene. Sin embargo, ¿cuánta gente se acordará de semejante historia dentro de unos meses? Casi nadie. Porque lo que de verdad nos importa, lo que de verdad recordamos como marcas en la vida, son las cosas que nos suceden a nosotros. Y a todos nos suceden cosas: uno acaba de tener un hijo, el otro enterró a su padre, este encontró trabajo y para aquel esta fue la semana en la que le despidieron del suyo. Ésos sí son los hechos trascendentales que recordaremos. Incluso para el que acaba de perder al amor de su vida, este año pasara a la historia como el del desamor y no como el de la gripe de los cerdos.
Suena cruel, pero es lo normal. Los hechos particulares siempre son más determinantes en nuestras vidas que guerras, epidemias, terremotos, grandes gestas deportivas, o teatrales cambios de gobierno. Y nadie se siente egoísta por ello. Ni tan siquiera aquel, al que algo tan insignificante para el resto de la humanidad como es haberse separado de su pareja, le ha entristecido más que todas las catástrofes, naturales o antinaturales, del mundo.
... copos
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