Y en cambio aquí nosotros, criados a los pechos de “lo que no mata engorda” intentando llevarnos a la boca todo lo que pillamos. Pero... ¡cómo no vamos a estar condenados!
Por cierto, y ya que estamos hablando de cosas de comer, resulta que no es un barco vikingo -tan inestables ellos- saliendo de una tormenta, ni tan siquiera una doble flecha pismoderna dibujada por algún artista del art-pop contemporáneo (¿porqué les habrá dado a todos por hacer museos de arte contemporáneos si sólo entras en ellos cuando te estás meando?), resulta que el logo del Carrefour no es más que una C blanca, sólo una C blanca. Un descubrimiento que me lleva directamente a plantearme una de esas grandes cuestiones que pueden cambiar una vida: ¿cómo he podido vivir todo este tiempo sin saberlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario