Aunque las costumbres ya han cambiado, para los habitantes de cierta ciudad castellana hubo una época en la que dar vueltas bajo los soportales de su plaza mayor en sentido contrario a los de su mismo sexo era considerado motivo más que suficiente para acabar ardiendo en el fuego eterno.
Y es que, como bien dice el refrán, cual andamos, tal medramos ... aunque digo yo que bien se disculpa el picar por el gusto del rascar. O algo así. Hasta el lunes pues.
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