Y digo yo, que no soy sabio y tengo la cabeza más revuelta que el contenedor de rebajas en mitad de un pasillo del Lidl, cuál podrá ser la sutil diferencia capaz de conseguir que el camarero que me pone el café cada mañana lo haga con una sonrisa en vez de con la cara de estreñido crónico con que lo hace cada mañana. No pierdo la esperanza. En cualquier momento, cuando menos me lo espere, me dará la sorpresa y sonreirá.
Tener cada día apasionantes retos a los que enfrentarse, sobre todo si son tan importantes y de resultados tan inciertos como estos, le dan al mundo un toque muy especial. Al fin y al cabo la (excesivamente) tranquila vida de agosto también puede ser fascinante. Sólo hay que buscar la motivación adecuada.
Creo que necesito algo de actividad. Y de forma urgente.
... aplausos de corazón
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