1840. Jueves, 9 junio, 2011

Capítulo Milésimo octingentésimo cuadragésimo: ¿Por qué ningún ciclista se da cuenta que poniéndole un motor a su bicicleta corre igual y se cansan menos? (Alberto M. 26 años; recepcionista de hotel)

!Qué contento vengo! Todas mis preocupaciones eran vanas, hanse evaporado, desaparecido, disuelto. Tengo un banco que vela por mí y me ama. Un bonito anuncio lleno de colorines me ha abierto los ojos.

Hasta ahora creía que los bancos no eran amigos más que de otros bancos, pensaba que daban dinero sólo a los que lo tenían ya y que cuando se lo daban a algún desgraciado era para aherrojarlos luego con las cadenas de los deudores insolventes y lanzarlos a las ergástulas más tenebrosas (!uahu! poesía pura este párrafo) !Qué error más grande, que- incluso-craso! Doy por bien empleada tan larga ignorancia y las tinieblas en que he vivido porque ahora, con la sabiduría de lo macho que es mi banco amigo, ha llegado la luz de la bienaventuranza.

Un simple anuncio lleno de colorines me ha devuelto la fe en el mundomundial. ¿Qué seríamos sin los bancos? Ni pensarlo quiero. ¡Pero qué equivocado estaba!



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