1729. Martes, 7 diciembre, 2010

Capítulo Milésimo septingentésimo vigésimo noveno: “No importa la frecuencia con que se demuestre que una mentira es falsa. Siempre habrá algunas personas que crean que es verdad” (Ley de Murphy)

Francois Mirones, fiel mayordomo y hombre de confianza de Cocó Chanel, le mostró a la modista dos collares de rubíes exactos. Uno iba envuelto muy elegantemente, pero el otro derrochaba lujo en cada uno de los pliegues de la seda que le rodeaba. Uno era auténtico y otro falso. Cocó, la gran experta, se equivocó. Aquel juego, aunque sea una simple anécdota, es una buena prueba de que lo que importa en las cosas, al menos en ciertas cosas, es más la apariencia que el valor. Dos collares de rubíes pueden ser igualmente fastuosos, aunque uno de ellos sea falso. Una persona diplomática, derrochando buenos modales, desplegando educación, con imagen suficiente, pueden ser mejor sólo por parecer mejor… aunque sea falsa. Querer parecer puede llegar a querer ser, a ser lo que se parece. De donde se deduce, por desgracia, lo fundamental de las apariencias.

Se está poniendo muy difícil distinguir lo verdadero de lo falso. También en las personas.

Y sí, hoy, rompiendo la costumbre y aprovechando un día tan tonto, estas líneas están dedicadas a alguien concreto, a alguien con nombre (compuesto) y apellido (literario) cuya amable apariencia que lucía contínuamente por delante resultó que nada tenía que ver con un interior rastrero, falso y desagradecido. Así le va por la vida.

Y sin acritud ¡por supuesto!, que de todo aprende uno.



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