La vida es un juego de parchís en el que la sociedad es el tablero y nosotros las fichas. Y todos sabemos que, aunque parezca inocente, el parchís es un juego lleno de peligros, un juego en el que unos se comen a los otros y los otros se devoran a los unos. Como la vida misma. Al fin y al cabo de antropófagos todos tenemos un poco y, aunque suene cruel, la evolución de la especie lo agradece.
Sólo un consejo, no hay que comerse a los enemigos sin conocer su estado de salud. Nada más peligroso que engullir al prójimo a tontas y a locas. Se han dado casos de infecciones que podían haber sido evitadas de haber sido menos impacientes. Antes de comerse a nadie hay que comprobar que está sano. Es fácil: basta con mirar si el fondo de ojo tiene su color natural y la pupila el diámetro correcto (cualquier sustancia ajena que dilate una pupila puede sentar mal). Comprobado esto, al lío.
¡Hay tanto imbécil que lo está pidiendo a gritos!

... cambios.
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