Franklin D. Roosevelt preparó un Martini seco a Stalin tras la Conferencia de Teherán de 1943. El líder soviético lo bebió de un trago y comentó que solo servía “para enfriar el estómago”. Años después le desmintió su sucesor, Nikita Jruschov (1894-1971), quien, tras beber uno, exclamó: “¡Es la más letal de las armas estadounidenses.
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