Que tire la primera piedra quien en los retretes laborales no se ha agachado alguna vez para reconocer los zapatos de quien está detrás de una puerta cerrada. Y más si se escuchan los ruidos corporales que normalmente acompañan a este tipo de acciones. Hasta ahí bien, la curiosidad es normal. Lo malo son esos remilgados que empiezan a pensar eso de “¡Pero qué guarro! ¿Quién se viene a cagar a la oficina?”.
Por si no se habían dado cuenta, es un retrete y, ¡oh casualidad! es para eso. ¡Malos son los lunes pordios!
... olfato.
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