Que los libros que más vendan sean aquellos que se dediquen a contar las vidas ajenas en plan folletín cotilleo ramplón y aireamiento de sus miserias, pone el pelo de punta a más de un crítico remilgado. De lo que no se dan cuenta es que cualquier argumento, hasta el más intrascendente y cotidiano, es susceptible de convertirse en un gran relato si el escritor también lo es. Al fin y al cabo la inmortal Madame Bovary no es más que la historia de una infidelidad y Otelo la de unos celos mal llevados. Todo depende del cómo se cuente o se narre.
Lo que está claro es que nos interesa saber la vida de los demás. Y si tienen secretos oscuros, mejor. Por eso las mirillas son un vicio que engancha más que la heroína.
... de radio.
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