El sonido de la tragaperras vomitando lospajaritos en un bucle infinito se entremezcla con los alaridos de los clientes que, viendo el fútbol, animan a su equipo y abuchean al contrario a partes iguales; un camarero pasa disparado con su bandeja repleta de carajillos y copas de fundador pisando un suelo enmoquetado de cabeza de gambas y servilletas usadas; mientras, el humo que anega el local por cigarros y puros irrita los ojos. El equipo de casa marca un gol y nos importa un comino, solo tenemos ojos para ese fenómeno ante el que nos agolpamos la mitad de los chavales esperando, con una moneda de 25 pesetas pegada a las sudorosas palmas de las manos, ser los siguientes en echar un pinball.
Maldita nostalgia de lunes

... el beso de la muerte.
Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"
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