Hay mil y una pregunta estúpidas -por sus respuestas obvias- que todos hacemos o a todos nos las hacen. Por ejemplo, llegas a casa, abres la puerta y dices: hola, buenas noches, inevitablemente te responderán: ¿ya has venido? Bajas las escaleras te tuerces el tobillo, aúllas de dolor; siempre habrá alguien que te dirá: ¿te duele mucho? Cuentas que te acaban de robar en la esquina... y no te librarás de un: ¿y quién fue? Te ven sacar un cigarro, encenderlo y darle unas caladas, te preguntarán: ¿Fumas? Alarmado avisas: he perdido las llaves, a lo que siempre habrá alguien que te suelte: ¿pero dónde las dejaste?
Pero resulta que, por más evidente que parezcan ciertas cosas, tampoco conviene obviar, obviamente, las respuestas obvias..


... Celo.
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