Por más descreídos que seamos todos las hemos usado alguna vez. Son las promesas místicas, donde una de las partes implicadas es uno mismo y la otra suele ser Dios o alguno de sus colegas. Un día cualquiera te asomas a la ventana, pones carita del gato de Shrek y, mirando al cielo, dices: "Dios mío, si me llega el sueldo a casa sin tener que trabajar nunca más voy hasta Santiago de Compostela a poner una vela". Por ejemplo. Que es aquí cuando te das cuenta que Dios y los santos se conforman con muy poco, que soy yo Dios todopoderoso, estoy en los cielos con mi nombre santificado y sí, seguro que me voy a poner a conceder deseos solo para que un matao vaya a encenderme una vela de mierda en cualquiera de mis oficinas.
A ver, que ya en el primer episodio de la Biblia dice: "y Dios dijo: hágase la luz, y la luz se hizo”. ¿Para qué coñe quiere este buen hombre velas si es capaz de crear luz por él mismo? Digo.
... camuflaje
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