Verano, buen tiempo, vacaciones, alegría, cachondeo, una época casi feliz si no fuera por unos pequeños seres, muy molestos, que dan mucha rabia, que solo existen para jodernos la existencia y que no hacen más que chuparnos la sangre. Y no, no estoy hablando de política, aunque también valdría, sino de los mosquitos.
Es de las pocas cosas buenas que tiene el invierno, que no tiene mosquitos. ¿Y por qué? A mí en la escuela me decían que era porque al ser animales de sangre fría con el frío se morían (algo ya de por sí raro, raro, porque a ver: ¿qué mente pervertida anda mirándole la temperatura de la sangre de un mosquito?); además, si ya tienen la sangre fría se acomodarían mejor… digo yo. A lo que iba, para mí que en invierno no hay mosquitos porque con la cantidad de ropa que llevamos esos meses su picadura no puede llegar hasta la piel y se mueren de hambre. Bien mirado sería solución para evitar picaduras en verano: te acuestas a dormir con algún chaquetón termolactil (muy baratos en los chinos) y apañado. Que igual mueres asfixiado, sí, pero dejarás un cadáver sin picaduras que siempre es mucho más estético. ¡Dónde va a parar!
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