Se empeñan en decir que somos casi genéticamente iguales al cerdo, y después de mirarme en el espejo esta mañana, no digo yo que no, pero en cuestión de amor, ternura, cooperación y esas cosas, nos parecemos mucho, pero mucho más, a los cocodrilos.
Estos tiernos animalitos usan unos métodos casi humanos, (o al menos de una parte de los humanos), a la hora de emparejarse: el macho se aproxima a la hembra muy dulcemente, la seduce con regalos y permanece junto a ella durante algunos días, los suficientes como para que ella pueda convencerse de que él, va a ser un buen padre cocodrilo.
Es justo entonces, y nunca antes cuando la hembra, que es la que decide el momento, se acerca y se coloca derecha y quieta, su compañero se sube encima y su !!doble!! pene, (aquí gesto de admiración.. y largo suspiro), busca el orificio de su amada que ya ha empezado a segregar un líquido que favorezca la penetración. Unas pequeñas sacudidas son lo único que indicará que están culminando, ya que ambos permanecen unidos después y durante un largo tiempo, con evidentes gestos de ternura.
Vamos, que le da al macho cocodrilo por ponerse a fumar después y clavaditos, clavaditos.
Salvo en el detalle del doble pene.. (aquí, otra vez el mismo gesto de admiración.. y el mismo largo suspiro). Contra eso no hay quien compita.
... cubiertos
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