Como unos criminales tendemos a destruir todas las pruebas del delito. Acabamos, llenamos el retrete de papel de culo, tiramos rápidamente de la cadena y aquí no ha pasado nada. Pero con esa obsesión por salir lo antes posible de la escena del crimen nos podemos estar perdiendo una gran oportunidad de chequear nuestra salud. Nuestras sobras, igual que las hojas de té o los posos del café, pueden ser leídas. No nos dirán los números de la primitiva, pero pueden revelar, con, por ejemplo, cambios de color o de textura, unas cuantas enfermedades que así se podrían diagnosticar antes.
A partir de ahora antes de tirar de la cadena hay que fijarse bien. Nada de prisas. Unos minutos examinado nuestros productos pueden ahorrarnos meses de sufrimiento.
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