El político de hoy, cuando alcanza el tan deseado punto de madurez económica, precisa, además del sueldo necesario para mantener a familia y añadidos, de unos gastos suplementarios mínimos, llamados de representación. Es decir, un dinero tonto, para que su prestigio (el que otorga ser representante de la ciudadanía -antes pueblo-) y su merecido nivel de vida pueda mantenerse.
He aquí algunos conceptos básicos, expresados en cifras anuales, imprescindibles para que un buen político se haga respetar:
Nota al margen: Por una cuestión de imagen a todas las cifras se le ha aplicado un descuento del 85%.
... villancicos.
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