Alguien trajo un par de bolsas, estaban sin pelar. En menos de tres minutos, en cuanto se corrió la voz, aquello fue una locura. Se abalanzaron sobre ellas como posesos y una enajenación colectiva se apoderó de la mayoría. Durante un buen rato sólo se ha estado oyendo el cric crac del pelamiento.
Yo creo que en vez de sal, a las pipas les ponen coca. Sólo así es posible semejante adicción a ellas.
... Matusalén
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