En el siglo XVII, la mayoría de los médicos sostenían que se podía reconocer fácilmente a los hombres aquejados de promiscuidad, así como la gravedad de la misma, por los síntomas que presentaran. Alopecia cuando era moderada, nariz roja en un estadio más avanzado, gota si la enfermedad continuaba su curso y, por último, cuando el proceso estaba muy avanzado –a los más viciosos, vaya- la aparición de chepa.
Lo que nos lleva a la conclusión lógica: aunque es verdad que somos muchos los promiscuos, hay pocos casos que lo sean de una forma grave. Para que luego digan.
...unos premios de cine
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