Por eso, y desde siempre, las diferentes culturas han intentado establecer mecanismos para conocer si alguien está mintiendo o diciendo la verdad. Un tema en el que, por cierto, no se ha avanzado mucho ya que los últimos ingenios científicos, el del criminólogo italiano Cesar Lombroso en 1895 basándose en el aumento del pulso y la presión sanguínea, y el del norteamericano A. Larson, en 1921 creador del polígrafo que combinaba presión sanguínea, pulso y ritmo respiratorio, apenas tienen credibilidad.
Al contrario del método que aún usan los beduinos de Arabia que, cuando quieren saber si alguien ha mentido, le hacen chupar una barra de hierro ardiendo; si la lengua aparece quemada, queda demostrado que el acusado ha mentido.
Sí, eso mismo, todos acaban con la lengua chamuscada, pero basta con volver a releer la primera frase de esta entrada para comprobar que el método tiene un 100% de aciertos.
... arrimando el ascua a su sardina
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