Vamos, que aquello funcionaba, sí, pero sólo por la saliva y no por las letanías que recitaba tan entusiasmada mientras dibujaba la crucecita.
Pensé que nunca iba a tener otra decepción de calibre semejante. Me equivoqué. Como es viernes iba a trastear con el sexo, pero no acabo de salir de mi asombro al enterarme de que las plantas no crecen mejor cuando les hablas sino que, en todo caso, es el dióxido de carbono exhalado por la persona que les da conversación la que les ayudaría a crecer.
Vamos, que ahora resulta que mi poto está como está -y está muy bien- no porque cada mañana le cante un trocito de las Vainica Doble y le ponga al día del capítulo de ayer de los Simpson, no, está así porque el muy guarro me chupa los gases.
De verdad, con esto de la ciencia y su manía de explicarlo todo racionalmente, no gana uno para disgustos.
Hasta el lunes.
... más historias "extra-ordinarias" todo el fin de semana.
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