3401. Lunes, 5 noviembre, 2018

Capítulo Tresmilésimo cuadringentésimo primero: "El día que el pobre come merluza, esta malo el pobre o la merluza”. (Refrán castellano).

Darse un baño, además de ofrecer un servicio de limpieza corporal completo (por mucho que digan ducharse no deja de ser como comer en el burguerking) es toda una experiencia filosófica. Pocos sitios hay para pensar como una bañera. Es algo extraño, un momento en el cual no piensas en nada más que en un todo. Estando ahí, con la temperatura ideal, las ideas se disparan y parece que no hay límites. Empiezas a hacerte imágenes de escenarios o situaciones y todo parece mucho mejor de lo que parecía diez minutos antes. Las ideas se acomodan y pensamos de una forma clara y decisiva, y te sientes capaz de comerte el mundo incluso eres capa de filosofar sobre esa burbuja en la que se ha transformado el pedo y que asciende chispeante hacía la superficie.

Es un lugar sin filtro, pero cuidado, porque al salir regresamos a nuestro estado normal y justo al pisar el suelo frío del baño (siempre está frío el suelo del baño) mandamos todo al limbo perdido entre los hemisferios y lóbulos de nuestro cerebro, y empezamos a pensar en cosas de la vida real. ¡Y qué coñazo!


... champán.

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