3003. Lunes, 19 diciembre, 2016

Capítulo Tresmilésimo tercero: “Parece como si la naturaleza, que tan sabiamente dispuso los órganos de nuestro cuerpo para hacernos felices, hubiera querido darnos también el orgullo para evitarnos el dolor de conocer nuestras imperfecciones”. (François de la Rochefoucauld, 1613 - 1680; escritor francés).

Es verdad que el cuerpo humano -como el de los demás los animales- es, de serie, bastante guarro. Por ejemplo, hay más bacterias en cualquier boca que personas (por ahora) en el mundo. Además, resulta que solo dos de los muchos órganos de los que se compone una personaestándar, los ojos y la vagina, son capaces (al menos técnicamente) de limpiarse solos. Por eso, resulta lógica la necesidad de tener que sanear manualmente a los demás -incapaces de tener su función pirolítica- de una forma frecuente. Es lo normal. Esa obsesión cada vez más extrema por huir de todo lo que tenga que ver con funciones fisiológicas corporales básicas (y sus muchos derivados) no puede ser buena.

A ver si (independientemente de gustos o fobias personales) se entera el mundo: una personahumana sana se tiene que tirar (debe tirarse) una media de 14 pedos al día. Y si no lo hace, malo.


... Hércules.

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