2933. Lunes, 5 septiembre, 2016

Capítulo Dosmilésimo noningentésimo trigésimo tercero: “La ventaja de haber sido adolescente hace unos años, es que no había Internet, y por lo tanto tampoco ningún rastro de nuestra idiotez”. (Patricio Sánchez, 48 años; funcionario.)

Vuelta a la rutina después de recorrer de cabo a rabo un país (demasiado) verde. Un país tranquilo, sin grandes pretensiones, y del que me ha gustado especialmente su filosofía de vida; filosofía de la que me he traído una mochila llena con la intención de aplicármela -a partir de ya- cueste lo que cueste.

- Sólo hay dos cosas de qué preocuparse: si estás bien o estás enfermo.
- Si estás bien, entonces no hay nada de qué preocuparse.
- Si estas enfermo, hay dos cosas de que preocuparse: Si te vas a poner bueno o si acabarás muriendo.
- Si te pones bueno, no hay nada de qué preocuparse.
- Si te mueres, hay dos cosas de qué preocuparse: si irás al cielo o al infierno.
- Si vas al cielo, no hay nada de qué preocuparse.
- Pero si te vas al infierno no vas a tener tiempo de preocuparte... porque vas a estar condenamente ocupado saludando a todos tus amigos.

Y ahora, al lío.


... relojes humanos.

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