2877. Miércoles, 18 mayo, 2016

Capítulo Dosmilésimo octingentésimo septuagésimo séptimo: “Toda tu vida cambia para mejor en el instante en que tomas esa decisión a la que llevabas tiempo dándole vueltas”. (Fernando Botero, 1931; escultor colombiano).

Unos se compran una moto para sentir la velocidad en los pocos pelos que le quedan; otros se apuntan a clases de buceo para dárselas de poder aguantar mucho bajo el agua; y a otros nos da por abrirnos una cuenta en snapchat. El caso es sentirse joven. Aclaro: uno no es viejo, pero resulta que en snapchat cualquiera que tenga más de treinta años es considerado de la tercera edad. Los que ya tenemos unos años hemos tenido msn, hi5, myspace, secondlife, facebook, twitter, tumblr, instagram y hasta google+ así que no podíamos quedarnos sin abrir una cuenta en snapchat. Somos hombres de nuestro tiempo, aunque estos tiempos sean cada vez menos los nuestros.

Tras un accidentado comienzo -la cosa era tan sosa que pensé que me había descargado una aplicación incompleta- logré ponerme al día. Empecé a subir vídeos filmados desde los ángulos que mejor disimularan las entradas, imágenes con la cara distorsionada que me hacía parecer (más) imbécil y a poner emoticonos con fervor quinceañero. En menos de tres días había llegado a la conclusión de que aquello no servía para nada.

No sé si puedo sacar conclusiones sobre el futuro de la humanidad después de perder mi tiempo en snapchat, lo que si puedo asegurar, es que logré aprender algo sobre mí mismo, y eso es que nunca más en la vida podré entender el tiempo presente. Por lo mismo, más vale dedicarme a recordar, hasta el día de mi muerte, el ruido que hacían los módems del siglo pasado.

Por más que intentemos disimularlo ya vamos cuesta abajo. Eso sí, que dure.


... botijo.

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