2697. Martes, 14 julio, 2015

Capítulo Dosmilésimo sexcentésimo nonagésimo séptimo: “Vivir no consiste en respirar, sino en obrar”. (Mao Tse-Tung, 1893 – 1976; político chino).

Si hay una profesión en la que la vena maruja forma parte indisoluble del trabajo esa es la de los médicos. Es entrar en la consulta y empezar a preguntarte sobre tu vida privada en plan: ¿eres alérgico?, ¿bebes?, ¿fumas?, ¿drogas duras?.. Preguntas tan personales que más de uno habrá pensado: no, si al final me va a preguntar qué tipo de música me gusta y si quiero salir con él el viernes. Luego vienen preguntas más técnicas: ¿fiebre?, ¿vómitos?, ¿diarrea?.. Que uno piensa: mira el hombrico, querrá sacarme una palangana o algo por si se la voy a liar aquí en la consulta.

Contestes lo que contestes da igual, el final será siempre el mismo: paracetamol o volante para el especialista. Normal teniendo en cuenta que pocos se salen de las tres variantes por lo que van allí. Una: me duele el cuello; dos: me duele el estómago; y tres: me duele la cabeza. La última mucho más habitual, y de donde, por cierto, viene el nombre de estos pobres y sufridos profesionales: médicos de cabecera.

Por cierto sería de justicia cambiar ese nombre y empezar a llamar a los médicos por lo que verdaderamente son: pacientes.


... cerilla.

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