Hay quien estornuda, hay quien tose y hay quien canta porque el ruido puede disimularse en mayor o menor medida. Pero si se acompaña (y suele acompañarse) de aroma (en sus muy variados grados), no hay solución. Por más que intentes despistar a los presentes cambiándote de sitio, no hay manera; el olor de una mísera ventosidad que se te escape -siempre en momentos inoportunos- te seguirá como un hijo allá donde vayas. Algo lógico si tenemos en cuenta que un pedo, igual que un hijo, no deja de ser un fruto de tu cuerpo.
... antipayasos.
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