2226. Martes, 14 mayo, 2013

Capítulo Dosmilésimo ducentésimo vigésimo sexto: "¿Para cuando la venta de fascículos semanales con la historia de los fascículos semanales?” (Juan P. 45 años, administrativo)

Inmersión absurda en la rutina laboral. Calma, mucha calma. Hagamos lo justo (lo justo siempre es bueno) y seamos comedidos, que aunque nos han vendido la pereza como un pecado capital, -si no sufres no estás bien visto- debemos seguir reivindicando el buen nombre de los vagos, al fin y al cabo los verdaderos impulsores del actual avance de la humanidad.

¿Qué hay de malo en descansar todo lo posible permitiendo a los que verdaderamente valen que terminen el trabajo sin causarles molestias? (aunque solo sea porque se han aburrido de esperar a que tú lo hagas). ¿Qué hay de malo en no dar el 100%, si con el 50% es suficiente y además te permite estar descansado?

Durante la carrera tuve un profesor que siempre decía que hacer las cosas deprisa era totalmente incompatible con hacerlas bien, que para ser responsables uno se tenía que fijar, si lo hacías rápido no podías fijarte en esos pequeños -pero muy importantes- detalles. Y cada vez que nos soltaba el discurso ponía de ejemplo la misma historia:

Un profesor de Anatomía Patológica da a sus estudiantes la primera clase sobre autopsias:

"- Para hacer bien una autopsia hay dos cosas básicas: primero, no tener repugnancia".
Dicho eso, el profesor mete un dedo en el ano del muerto y luego lo chupa. A continuación pide a sus alumnos que hagan lo mismo. Tras un silencio temeroso, comienzan a obedecer. Al final el profesor prosigue:
"- El segundo elemento es ser muy observador. Yo metí el dedo anular, pero me chupe el índice."

Las prisas son malas, muy malas. Y en cuestiones laborales, más.

Miércoles de fiesta. Hasta el jueves pues.


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