2044. Martes, 19 junio, 2012

Capítulo Dosmilésimo cuadragésimo cuarto: "Rompí a llorar. Me encanta esa expresión. No se dice rompí a comer o rompí a caminar, rompes a llorar o a reír. Creo que vale la pena hacerse añicos por esos sentimientos". (Mathias Malzieu, 1974; escritor francés)

La llevaron en coche hasta la coqueta residencia para ancianos. "Te gustará", le dijo su hija. La pobre mujer sonrió con cierta tristeza. Dos amables y elegantes enfermeras la acompañaron hasta el magnífico despacho del director del centro, que efusivamente le dio la bienvenida. Le mostraron luego su habitación, dotada de todas las comodidades y hasta un televisor a color. En el comedor, dispuesto con gusto, conoció a sus compañeros y compañeras. Todos mostraban un aire triste y resignado, pese al ambiente de pretendida alegría, artificialmente creado con unos altavoces que expandían ininterrumpidamente pasodobles y boleros. La estancia resultaba cara, y cuando la familia allegada o pariente responsable no ingresaban regularmente la cantidad estipulada, eran requeridas por carta perentoriamente. Nadie había dejado sin pagar más de tres mensualidades. al cuarto mes, de no remediarse la situación, se producía inexorablemente una vacante. Algunos ancianos lo sospechaban y cuando rezaban, en sus secretas intenciones, decían: "Para que nunca falle la transferencia..."


... probando fármacos

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