1918. Martes, 15 noviembre, 2011

Capítulo Milésimo noningentésimo decimoctavo: " Si me toca el gordo de la lotería, querría a mis amigos tanto como los quiero, y además los echaría mucho de menos” (Juan A. Rodríguez, 34 años, antropólogo)

Nada parece tan normal como los nombres de las ciudades. Uno dice, un suponer, que se va a Condón (!que existe, que existe!), y no se le ocurre pensar que a lo mejor la palabra Condón quiere decir algo feo en la lengua de los que vivían allí en otros tiempos. No es que uno sepa mucho de idiomas pero, por ejemplo, casi todas las ciudades australianas que no tienen nombres ingleses, sino aborígenes, quieren decir traducidos al cristiano: "Váyase Usted a la mismísima mierda", cosa razonable cuando un colonizador inglés llegaba a una aldea aborigen y preguntaba muy fino: "¿Cómo se llama este sitio?" , sobre todo si los aborígenes conocian el percal de esas preguntas tan finas.

Caso sangrante es el de los bantús que, como todos sabemos, son una raza negra (de colornegro) que se extiende por así como media África. Bueno, pues un día un grupo de soldados ingleses paró a un grupo de negros (de colornegro) y les preguntaron: "¿Qué son Ustedes?", y ellos, cuando entendieron la pregunta, contestaron, claro: "personas", que es lo que eran, pero que en su lengua se dice "bantú". Y ahora tenemos la raza bantú, las lenguas bantú, y la tira de cosas bantú, como si los demás no fuesemos también bantús, o sea personas.

En este planeta todos somos vecinos, y si no nos entendemos nos exponemos a que luego pasen las cosas. Que todo viene de lo mismo y así estamos como estamos. O no. !Yo qué sé!



... la pulga

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