1791. Martes, 22 marzo, 2011

Capítulo Milésimo septingentésimo nonagésimo primero: “Mi enorme culo y la panza que tengo es genética, de hecho no soy partidario del deporte porque a nadie le gusta que le deporten” (José Luís G. P., 42 años, chapero de saldo)

El hambre consiste en quedarse, así por las buenas, con las ganas de comer, lo cual es, en verdad estremecedor y hasta terrible. Pero el hambre, como todo en esta vida, tiene dos caras. En primer lugar, la ya aludida, la tradicional; es decir, la cara de desolación que otorga a los que la padecen, los hambrientos, un aspecto más bien poco agraciado. En segundo lugar, y como contraposición, la cara de la esperanza, que es la que pone el hambre cuando nos quiere sonreír y es capaz de sacar sus mejores cualidades para que disfrutemos de ellas. Y, precisamente, esta segunda cara del hambre es la que vamos a analizar mediante la rigurosa y taxativa enumeración de sus ventajas.

- El ahorro que proporciona.
- No produce diarreas.
- Ni estreñimientos.
- Rima con enjambre.
- El que pasa hambre, pues eso que lleva ganado.
- Evita tener que ir al dentista.
- El Tercer Mundo existe gracias al hambre.
- Si robas por hambre no es pecado.
- Te lleva a sobreponer lo ideológico a lo biológico.
- Quien pasa hambre, ayuna, y quien ayuna gana indulgencias.
- Promociona el espectáculo taurino, pues "más cornás da el hambre".

Y, sobre todo, tiene dos ventajas esenciales que ya sólo por si mismas justificarían sus beneficios: el hambre sirve para tener hambre, con lo cual se come mucho mejor luego, y la gente se muere de hambre; por tanto, cada vez hay menos hambre en el mundo al haber menos gente con hambre.

Nada es tan malo como nos lo cuentan. Es cuestión de ser positivos.



... miedo a la escalera

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