1745. Lunes, 17 enero, 2011

Capítulo Milésimo septingentésimo cuadragésimo quinto: "El hombre, una vez que ha rendido la razón, carece de protección contra las estupideces más monstruosas, y como un barco sin timón se halla a la merced del viento” (Thomas Jefferson, 1743 -1826; político estadounidense)

Aparecen en escena más adornados que un cordero en rifa, no ahorran en halagos, adulaciones y marrullerías –de putti- que les dan ese aire interesante, observan cuidadosamente y eligen a su presa, por algo son verdaderos maestros en descubrir a aquellos que siempre están dispuesto a que le regalen los oídos. Usan esa mezcla de carga semental y sentimental al mismo tiempo como provocación que atrae a la presa hacia su terreno. Un poco de labia sofocante y empalagosa -melaza estomagante hasta la extenuación- hace el resto. A partir de ahí ya es el triunfo de lo trivial manipulado puerilmente.

Es un poco como el timo de la estampita en el que el papel de tonto suele corresponder –estadísticamente al menos y en este caso seguro- a algún sudamericano de turno que juega con la codicia de quien se piensa deseado por alguien que lo único que desea es su propio interés. Lo curioso del caso es que acaban consiguiendo su propósito y dejando al primo más pelado que el desierto del Sahara.

No es el primero, ni será el último. Pero cuando lo ves en tu entorno y puedes observar más de cerca como se pone en marcha la caza y captura mediante una interesada seducción -en la que son unos verdaderos expertos- buscando sólo el beneficio y jugando sin escrúpulo alguno con la vanidad y los sentimientos de quien cree haber encontrado el amor de su vida –enchochamiento unilateral puro y duro contra el que no puedes hacer nada- da un poco de rabia.

Aunque si lo piensas le está bien empleado, por gilipollas.



... desodorantes

Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"

No hay comentarios: