1742. Miércoles, 12 enero, 2011

Capítulo Milésimo septingentésimo cuadragésimo segundo: “Desear lo mejor, recelar lo peor y tomar lo que viniere“(Daniel Defoe, 1659- 1731; escritor británico)

Ya no tiro nada. La crisis es lo que tiene. Anoche me corté las uñas de los pies y no las tire, según la costumbre, retrete abajo. He pensado mandarlas a Tucson Arizona para ver si de la cutícula sacan unas células madre que me regeneren el careto. Salvo en sus posibles, cada vez me parezco más a la Duquesa de Alba.

Además, la experiencia de hacer un uno exacto a ti a partir de un padrastro tiene que ser una aventura apasionante. Entre lo pulcros que son los americanos y lo raro que hablan, al llegar tienes que sentirte talmente Truman Capote a punto de escribir A sangre fría, con los nervios propios de un antes y un después en la delicada trayectoria de tu vida, y encima sin un ambiente carcelario rodeándote que te obligue a una deprimente gama de grises tan escueta para las descripciones. No he investigado mucho (empecé a rascarme la parte interna del gluteo y se me fue el santo al cielo) pero parece que aquello más que el Chicago de los años veinte se parece al Corteinglés con toda su gama de colores pastel de la temporada primavera-verano.

Y todo desde un mísero trocito de uña. Qué más se puede pedir. Al final lo del reciclaje va a tener su encanto.



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