1568. Lunes, 1 marzo, 2010

Capítulo Milésimo quingentésimo sexagésimo octavo: “Besa al perro en la boca hasta que consigas lo que quieres. “Proverbio árabe)

Una pareja humana se deteriora, por lo regular, lentamente en un proceso doloroso, durante el cual el amor, si lo hubo, o la ilusión del amor, si sólo fue ilusión, se transforma en animosidad, resentimiento y, finalmente odio. Una metamorfosis sentimental que suele acabar en separación. Separación que, independientemente de la duración de la pasión anterior, suele ser tan instantánea como una operación de integrales ejecutada en décimas de segundo por una de esas maquinitas chinas de calcular sin las que estaríamos perdidos.

Y uno se pregunta: ¿A dónde va a parar todo ese desamor inmenso que encenagaba el amor de las parejas que se separan. ¡Y a dónde el amor que un día sintieron? Aquello que aprendí en la Física del bachillerato lejano de que la energía ni se crea ni se destruye que sólo se transforma, me hace pensar que el amor y el desamor, incluso la amistad y el odio son simples transformaciones permanentes, como un repisarse del suelo afectivo en que nos apoyamos y, digo yo, que su resultado final, si nada se crea no se destruye debe dar una cifra constante.

Vamos que para que una pareja nazca, otra tiene que morir. Pura ciencia.

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