1563. Lunes, 22 febrero, 2010

Capítulo Milésimo quingentésimo sexagésimo tercero: (Cuando alguien es incapaz de reírse de sí mismo. Ha llegado el momento de que otros se rían de él" (Thomas Szasz, 1920; psiquiatra húngaro)

Aunque ya hace más de mes y medio que empezaron oficialmente, este sábado he visto las mismas imágenes de histerismo colectivo entre la gente aparcada en los centros comerciales. Ahora con la disculpa de las segundasrebajas, las –otra vez- másrebajadasdelahistoria. ¿Pero no había crisis? Sí, precisamente por eso y porque este año, sin que sirva de precedente, los establecimientos parecen pensar en arañar un euro en lugar de librarse de de los stock del almacén. Las rebajas parecen rebajadas y los bolsillos, maltrechos por una economía tocada, se hinchan de tal manera que parece que un euro vale más que su propio valor. Según me decía una amiga que de esto de la psicología entiende en un rato, es muy sano eso de salir a pulular entre los estantes de las tiendas en rebajas porque aún sin comprar nada el alivio mental que uno siente introduciéndose en la flora y fauna de la selva de la compra merece la pena para desestresar el ánimo decaído y superar la carga mental de la semana. Siempre dudé de la bondad de estas bajadas de precios pero parece que el ejercicio no es tan descabellado, siempre con prudencia, claro está.

Parece que seguimos con rebajas en todos los ámbitos. Lo mejor, o peor según el cristal con el que se mire, es que nos digan que ya hemos tocado fondo. Porque no hay nada mejor de una caída en picado que esperar, con celo, la escalada posterior. Por eso, y aprovechando las rebajas de todo tipo que adornan nuestra existencia, proclamo un estado de excepcionalidad positivista, optimista, alegre y dicharachera...se nota que estoy de rebajas en mis expectativas.

Cosa del lunes.

... merengue

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